Costaba imaginar una ilustración más brillante e inteligente de la literatura de Colette que ésta porque no había cineastas más idóneos para llevarla a cabo que Stephen Frears y el gran guionista y comediógrafo Christopher Hampton, que ya habían sido irónicos cronistas de una clase decadente en "Las  ... más» Costaba imaginar una ilustración más brillante e inteligente de la literatura de Colette que ésta porque no había cineastas más idóneos para llevarla a cabo que Stephen Frears y el gran guionista y comediógrafo Christopher Hampton, que ya habían sido irónicos cronistas de una clase decadente en "Las amistades peligrosas". Las previsiones se cumplen y, con una producción más que solvente y esmerada en la mejor tradición del cine historicista británico, la reconstrucción de la Belle Époque constituye un brillante espectáculo decorativo, tan atractivo como verosímil, de un refinamiento también manifiesto en los diálogos, auténticos duelos de frases cortas y cortantes, juegos de dardos en los que los participantes compiten en puntería y agudeza. El humor está siempre presente en esta falsa comedia con temas de fondo amargos: el del temor a envejecer y el de la presión social capaz de arruinar amores incluso en el mundo de las cortesanas. Así, se narra la historia de una cortesana riquísima, bellísima y retirada que se enamora del hijo de una colega empeñada en casarle y convertirle en un respetable burgués. La fotografía y la música son tan admirables como la dirección artística, hay momentos cómicos a costa de las reuniones de las "cocottes" jubiladas y ver a Michelle Pfeiffer, espléndida en todos los sentidos, reconociendo que es una mujer mayor añade veracidad nostálgica a la aparente celebración de la frivolidad. Lo que no consiguen Hampton y Frears es trascender ese mundo ni disimular la levedad y antigüedad de las novelas de Colette. Lo más: La economía narrativa recurre a la voz en off para evocar la figura de la cortesana y para poner el colofón en el drama. Lo menos: Kathy Bates ni es creíble como top cortesana del nivel de Michelle Pfeiffer ni como madre deseosa de respetabilidad burguesa. (Francisco Marinero, El Mundo.es)   menos«